martes, 3 de noviembre de 2009

Comencé a olvidarte un martes.

Comencé a olvidarte un martes por la tarde.

Orgullosa decidí no volver a sentir la dolorosa humedad de mis huesos al cruzarme con esos cálidos ojos que tantas veces se habían clavado en mis pupilas.


Y es cierto, comencé a olvidarte un martes por la tarde, y no tardé apenas dos minutos en recordar tus tenues suspiros, tu cálida respiración recorriendo mi espalda hasta lo más alto de mi columna, tus suaves manos amoldando las imperfecciones de mi cuerpo. Y recordé el palpitar de mi corazón cuando te sentía, las sonrisas cómplices al sorprendernos la lujuria en cualquier lugar, los besos a escondidas y las traviesas manos perdiéndose entre la ropa.


Sentí cómo desvanecía cuando mi interior rompió en un ahogado grito al volver atrás y verte tan pegado a mi, tan constante, tan fiel, tan cercano al sentimiento como lejos de la pena, tan dispuesto a la alegría como cansado de anteriores guerras.


Y recordé... recordé tus frías pupilas, tu agresiva mirada y tu abandono. Tus fingidas lágrimas y esas gélidas palabras sin sentido alguno que se clavaban incesantes en lo más interno de mi alma. La escarcha de mi corazón desde entonces mudo, las horas abandonada a la pena en el más agotador empeño por recuperarte, las falsas esperanzas, las grietas de mis labios por no besarte...

Recordé el doloroso puñal, de frío filo pero de abrasante agonía clavado en mi pecho cuando vi como te alejabas con paso despreocupado, sin volver la vista a atrás, sin arrepentimientos.


Y me di cuenta de que recordé la pasión, el amor y el odio...

Pero comencé a olvidarte, sí, un martes por la tarde.

En el amor, el odio es imprescindible para el olvido.

lunes, 2 de noviembre de 2009


Un corazón con bomba lapa
...
y el detonante se activó .